LA DONCELLA DEL CORCEL NEGRO




Puedo sentir como el frío de la noche cala mis huesos. Galopo cortando el viento a lomos de mi corcel negro. El viento acaricia mi pelo negro, rizado, que se eleva como un manto. Una lágrima resbala por mi mejilla, mientras que mi corazón late fuertemente en mi pecho. Voy vestida de blanco como una doncella en el día de su boda. Llego al claro de un bosque y en ese momento los veo. El caballero de la armadura negra levanta una espada que apunta al pecho de mi amado. Desmonto de mi corcel y corro descalza hasta llegar a su altura.
¡Noooo! —oigo un grito que sale de lo más profundo de mi pecho.
Me abrazo a mi amado sirviéndole de escudo. Veo sus ojos negros anegados de lágrimas, suplicándome que huya.
Bibiana...
Me aparta de su lado, pero ya es demasiado tarde. Siento el frío acero atravesando mi pecho. Lo último que veo son esos ojos azules, fríos como el hielo, que llenos de odio acaban con mi vida.
Despierto sobresaltada. Ha sido una pesadilla. La misma que me atormenta desde hace tres noches. Me toco en el pecho y todavía puedo sentir el dolor. Pero eso es inverosímil porque solo ha sido un mal sueño.
En cuanto llego a la universidad, lo primero que hago es tomarme un café para despejarme. Las malas noches me están pasando factura porque me han salido ojeras y estoy agotada. Llega Paula tan jovial como siempre.
Buenos días Bibiana. ¿Qué estás dibujando?
Tan absorta estoy en mis pensamientos, que ni yo misma soy consciente de lo que estaba dibujando en mi cuaderno de arte.
Es un corcel negro.
Es hermoso.
Es el corcel de mis sueños. Por un momento estoy tentada a hablarle de ellos, pero no quiero que me tome por una loca.
Esta noche inauguran la discoteca esa nueva de la que te hablé, ¿vas a venir? Venga Bibi, ven un rato y diviértete. Últimamente tienes muy mal aspecto.
Estamos a final de curso, me agobian los exámenes, eso es todo.
Al final acepto ir a esa fiesta con tal de que me deje en paz.
Vamos Paula, o llegaremos tarde a la clase del profesor Guerrero.
¡Uy, sí! No vamos a hacerle un desplante a tu amorcito.
No es mi amorcito, deja de decir tonterías.
Mírame a los ojos Bibi y niégame que te mueres de amor por él.
Vamos a llegar tarde.
¡Lo sabía! No has podido negarlo. Estás enamorada de Alonso Guerrero.
Me hago la loca frente a Paula, pero mi corazón grita que sí. Cada segundo del día pienso en él. Hasta en mis sueños se aparece cuando salvo su vida a cambio de la mía.
No me gustan las fiestas en las que hay demasiada gente. Me siento asfixiada. Encima Paula no hace más que insistirme que beba y ya voy un poco mareada. Huyo hasta el baño con la intención de tener un poco de espacio para respirar. El baño está vacío. Algo extraño dado el número de personas que hay ahí fuera. Me miro en el espejo de cuerpo entero. El vestido que he elegido estiliza mi figura y recogerme el pelo rizado en una coleta, ha sido la mejor opción porque así no está empapado de sudor. Saco el brillo labial para retocarme y entonces sucede algo extraño. La imagen del espejo se distorsiona y aparece una hermosa mujer pelirroja, vestida de largo. Un color verde esmeralda como el color de sus ojos. Un grito se escapa de lo más profundo de mi pecho y cuando toco el espejo para comprobar si es real, desaparece. Vuelvo a verme reflejada, pero esta vez puedo ver el pánico en mis ojos. ¿Qué me está pasando? ¿Tal vez esté perdiendo la cordura? Me voy de la discoteca sin despedirme de Paula. Necesito encerrarme en mi habitación y protegerme de mi propia locura.


El profesor Guerrero quiere ver mi cuaderno de dibujo. Le han llamado la atención mis corceles negros.
He visto este caballo antes. Creo que fue en la hípica de mi amigo Daniel.
Cuando me habla así, tan de cerca, me pongo nerviosa; no puedo evitar que mi corazón se acelere. Sin querer vuelco su taza de café sobre su brazo. Le pido disculpas muy avergonzada. Él le resta importancia y se arremanga la camisa para que no se vea la mancha.
¿Lo ves? Ya está solucionado, Bibiana.
Veo el tatuaje de su antebrazo y un recuerdo como una ráfaga se infiltra en mi mente.
Es él, pero con otra vestimenta. El escenario es distinto; un castillo tal vez. Me abraza fuertemente y sus labios rozan los míos fundiéndonos en el beso más apasionado que pueda existir.
Te amo Bibiana.
Todo mi cuerpo se estremece. Alonso me mira preocupado. Yo vuelvo a la realidad y me disculpo diciendo que necesito ir al baño a refrescarme. Afortunadamente no hay nadie en los aseos. Me mojo la cara con agua fresca. No ha sido producto de mi imaginación. Era como un recuerdo. Algo tan real... que todavía siento el sabor de sus labios en mi boca. Me miro en el espejo y otra vez aparece ella. Esta vez no grito, intento mantenerme serena y controlar la situación. Toco el espejo y la imagen desaparece como ocurrió la vez anterior. Pero un escalofrío recorre mi espina dorsal. Me giro y ahí está esa hermosa mujer, mirándome fijamente.
Él te ha encontrado —me advierte.
Yo me desvanezco y lo siguiente que recuerdo es que Alonso me sostiene entre sus brazos.
¿Estás bien, Bibiana?
Me acompaña al despacho del director y me ofrece un café.
Fui a buscarte porque tardabas en regresar y te vi tirada en el suelo.
Será una bajada de azúcar. Con los exámenes estoy muy nerviosa.
Te haría bien distraerte, Bibiana. Te propongo algo. ¿Vendrías a la hípica de mi amigo Daniel este fin de semana a conocer al corcel negro de tus dibujos?
Por un lado, estoy asustada porque ya bastantes cosas raras me suceden como para que un dibujo cobre vida. Pero la sola idea de pasar un fin de semana con el hombre de mis sueños, hace que responda afirmativamente sin apenas pestañear. Cuando Paula se entera se emociona tanto como yo. No le cuento nada de la dama del espejo, el corcel y mis pesadillas. Supongo que todo esto me sucede por la presión de los estudios. Un fin de semana en el campo, con el hombre de mis sueños, hará que todo vuelva a la normalidad. No, definitivamente no estoy perdiendo la cabeza.


La hípica de Daniel es un lugar acogedor, que inspira paz y tranquilidad. De inmediato me llevan a conocer al corcel negro. Daniel queda impresionado entre el parecido del caballo con el animal de mis dibujos. Admiro el corcel. Es espectacular. Me acerco a él y le acaricio el lomo. Un recuerdo como una visión atraviesa mi mente.
Estoy en un jardín cepillando a mi corcel negro. Es hermoso. Le hablo y mirando sus ojos siento que mis palabras son correspondidas.
Fuego, eres el mejor corcel de todo el reino.
Se acerca a mí como si quisiera responder a mis caricias.
Vuelvo a la realidad. Esta vez intento que no se note mi desconcierto.
¿Cómo se llama? —pregunto aunque puedo adivinar la respuesta.
Fuego —dice Daniel.
No. No estoy loca. Todo esto debe tener una explicación, la cual desconozco.
¿Puedo montarlo?
Salgo a galope sobre el corcel negro. Mi corazón late con fuerza intentando encontrar una explicación a todas estas visiones, recuerdos o como quiera que se llamen. Siento a Fuego entre mis piernas y es como si ese corcel y yo estuviéramos unidos por algo mágico. De pronto Fuego se detiene casi a punto de tirarme de la montura. Delante de nosotros aparece la dama de los cabellos rojos.
¿Quién eres? —ya no tengo miedo; necesito respuestas.
Damaris. Su sacerdotisa, princesa.
¡Dios mío! Ahora sí que me voy a volver completamente loca.
Acaricia a Fuego y el parece reconocer sus caricias. Me ayuda a desmontar del caballo.
Debéis escucharme. Es una ley sagrada que las brumas del olvido borren todo recuerdo de vidas pasadas. Pero vos estáis en peligro, princesa. El caballero de la armadura negra os ha encontrado. Por eso me vi en la obligación de levantar las brumas. Todo lo que recordáis es real.
¡Bibiana! —oigo a Alonso llamarme a lo lejos.
Damaris desaparece delante de mis ojos. Tenía tantas cosas que preguntarle... Entonces... ¿Alonso es mi verdadero amor en esta vida y en otras pasadas?
No sabía que eras tan buena amazona; casi no te alcanzo —dice Alonso llegando a mi altura.
Él también desmonta de su caballo y se acerca a mí.
¿Paseamos un rato mientras los caballos descansan?
Damos un largo paseo. Hablamos un poco de la universidad y cuando por fin venzo mis barreras, me atrevo a preguntarle por el tatuaje. Se lo hizo porque siempre le llamaron la atención los símbolos gaélicos.
Quizás te parezca una locura, Bibiana. Pero hace tres noches soñé contigo —confiesa un poco avergonzado.
No es una locura, Alonso. Yo también soñé contigo.
A veces siento que te conozco de mucho antes. Como si algo me uniera a ti.
No le busque explicación.
No lo hago porque solo le encuentro una.
No me da tiempo a reaccionar cuando siento sus labios cálidos sobre los míos. Es igual que en mis sueños o recuerdos, como quiera que sean. Un beso apasionado que llega a lo más profundo de mi corazón.
Puede que sea esta la explicación —respondo yo.
Volvemos a las caballerizas. Ya está anocheciendo. Alonso se va en busca de Daniel. Yo me quedo cepillando a Fuego. Necesito respuestas y sé que mi corcel me las puede dar; solo tengo que mirar en sus ojos. Fuego empieza a relinchar. De pronto siento mucho frío y un escalofrío recorre mi espina dorsal. Me giro y veo a un caballero de armadura oscura. Es él. Me ha encontrado como dijo Damaris. Me escondo detrás de Fuego. Él me protege.
Nada podrá salvarte. Por cada vida que renazcas yo volveré a exterminarte.
Su voz profunda, como el eco de la noche, hace que todo mi cuerpo se estremezca de terror. Cojo una pala que hay a mano para defenderme. Fuego se alza sobre sus patas traseras intentando espantarlo, pero el caballero oscuro lo hiere con su espada.
¡Noooo!
Fuego cae al suelo herido y yo intento esquivar las envestidas de su espada con mi pala. Miro esos ojos azules como el hielo y recuerdo el preciso momento en que su frío acero atravesó mi pecho y acabó con mi vida. Una nueva envestida lo intenta, pero solo logra tirarme al suelo, donde me encuentro indefensa. Damaris aparece de la nada y pone una daga entre mis manos. Solo yo puedo verla porque el caballero de la armadura oscura se acerca a mí apuntando con su espada en mi pecho. Le dejo que se acerque lo suficiente como para poder esquivar su espada y clavar mi daga en su pecho. Lo veo desaparecer delante de mis ojos como una nube de polvo negro.
¡Dios mío! Esto no ha pasado de verdad.
Damaris me ayuda a levantarme.
Lo ha logrado, princesa. Por fin ha acabado con él.
Dime que no estoy loca, por favor. ¡Acabo de matar a alguien! ¡Mi caballo está herido!
Damaris impone sus manos sobre Fuego y éste se levanta como si no le sucediera nada. La herida de su costado ha desaparecido.
Ahora princesa, volveré a levantar las brumas para que todo sea como debió ser desde un principio.
Me desvanezco y lo siguiente que recuerdo es despertar en los brazos de Alonso.
Deberías hacerte unos análisis, Bibiana. Tanto desvanecimiento no es normal.
Tengo un fuerte dolor de cabeza. Es como si quisiera recordar algo, pero no lo consigo.
Lo haré, no te preocupes. En cuanto pasen los exámenes.
Me importas demasiado Bibiana, y no quiero que nada malo te suceda. Ahora tienes algo mío.
Estoy aturdida. No sé a qué se refiere. Miro mi ropa y llevo la misma de esta tarde, nada nuevo.
No te entiendo.
Mi corazón, Bibiana. Tienes mi corazón.
Me roba un beso y yo correspondo a su declaración de amor.
Te quiero. Hoy, mañana y siempre. Y aunque viva mil vidas juro amarte en todas y cada una de ellas.
Porque así es el amor verdadero: infinito en el tiempo.











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