VIAJE EN BUS
Hola amigos lectores, estaba aquí, navegando por internet en busca de una imagen apropiada para esta entrada y, no os hacéis una idea la de modelos anoréxicas que te salen si pones en el buscador: "Chica esperando el bus" "Chica leyendo en el autobús". Y como no me sentía identificada con ninguna de ellas, he recurrido al estereotipo de mujer cuarentona del siglo XXI que mejor me representa; sí, Bridget Jones personaje creado por Helen Filding para que nos sintamos comprendidas y menos ridículas (no soy la única patosa sobre la faz de la tierra).
Bueno, mejor me centro en lo que venía a contar: he vuelto a viajar en autobús, como cuando iba al instituto. ¿Las cosas han cambiado? No mucho. El autobús se sigue retrasando, ahora viene "Petao, petao, petao" como diría Raúl Antón, pues han suprimido la línea del 36 y tenemos un servicio único desde Vinalesa. ¡Ah! Y ha subido el precio (como todo en este país); lo único estable son los políticos (de izquierdas o de derechas) nos roban los mismos. Y los sueldos, esos no suben por mucho que prometan; lo único que he visto subir son los autónomos y el período de jubilación. Pero esto tampoco es lo que venía a debatir. Volvamos a la historia que nos atañe: mi viaje en bus.
A las ocho de la mañana, bajo una ola de frío polar, es cruel esperar en la parada. Pero lo peor viene cuando llega el autobús, las puertas se abren y sale vaho (como en Tu cara me suena cuando salen del elevador los imitadores); momento que aprovechan para hacerte subir a empujones la horda de humanidad que como tú, se estaba congelando en la parada. Es casi un milagro llegar a ticar sin que te arranquen un brazo. Y tú mientras tanto rezas en silencio para que la maquinita no pite porque, seamos sinceros, ¿alguien sabe a fe ciega cuántos viajes le quedan en el bonobús? Antes era muy fácil, se veía a simple vista. Ahora es una cuestión de suerte. Que más de una vez me lo han denegado y me dan ganas de vitorearle al señor conductor: "¡Otra oportunidad! ¡Otra oportunidad!".
El señor conductor, en este caso conductora (vamos a hablar con propiedad no sea que me traten de machista), nos recibe con la radio a todo volumen y una música muy marchosa. Eso sí, sonriente, muy sonriente y maquillada. Así da gusto que te den los Buenos Días. ¿Cómo puede estar con las pilas cargadas si seguramente lleva despierta desde las cinco de la mañana y ya le ha dado veinte vueltas a Valencia? Si a mí por las mañanas apenas me da tiempo para limpiarme las gafas. Le devuelvo el saludo y prosigo mi camino. Miro a la lejanía y solo veo cabezas y ningún sitio libre. Una vez más me toca hacer pie. Que no os lo había dicho, pero viajar hoy en día en bus es como ir al Gym. Tenemos la música, tenemos el olor a humanidad y tenemos las barras. Durante el trayecto se hacen estiramientos y en los frenados, abdominales; mentalmente ayudas a la señora conductora-eufórica a frenar. Casi nos saltamos un semáforo... Casi... Casi... Que nos lo hemos saltado. Igual debería bajar la música y las dosis de café. Con el próximo frenazo me voy a hacer unas gafas nuevas. Acabo estampándome sobre un grupo de estudiantes. De esas que no usan calcetines porque es la moda. Que yo entiendo que quieras lucir escotazo, ¿pero tobillos? ¿En plena ola de frío polar? ¡Pero si yo hasta me he puesto dos pares de calcetines! Si yo fuera luciendo tobillos (que por cierto los tengo muy huesudos y monos), ipso facto desarrollaría alguna de esas enfermedades que acaban en "itis"; esas que solo se curan con antibiótico que te administran hasta que acabas teniendo una gastritis. Hasta mi trabajo solo hay cinco paradas pero, qué largas se me hacen. Debo aclarar que cuando hace buen tiempo voy andando (que el deporte es muy bueno para lucir tobillos). Pero bajo una ola de frío polar, mejor viajar en bus que se está calentito. A veces demasiado. Cuando ya voy por la segunda parada y he hecho veinte abdominales y cien estiramientos, empiezo a tener angustia. Intento distraerme observando al personal. Eso es muy típico de las escritoras que sacamos historias de cualquier situación. La chica que va cómodamente sentada en uno de los asientos de delante, está leyendo en su ebook. Discretamente, echo un vistazo rápido a su lectura. ¡Vaya! Ella sí debe tener calor, menudas cochinadas se han dicho en solo tres líneas. Sigo leyendo como quien no quiere la cosa, aún me quedan dos paradas. Parece interesante aunque el argumento sea simple pero entretiene y el protagonista parece ser un buen empotrador. ¿Sería por mi parte muy atrevido preguntarle el título de la novela? No está mal del todo; solo he visto una falta de ortografía, pero no era una hache (esas son imperdonables). Lo siento, defecto de correctora, ¡ups! Cuando leo un meme hasta lo corrijo de forma mental. Con gran pesar por mi parte, hemos llegado a mi parada y tengo que bajar. ¡Qué lástima! Ahora jamás sabré si para Isabel, Mark fue solo un calentón o realmente se trataba del amor de su vida.
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