UNA AVENTURA EN REBAJAS


Hola amigos lectores, seguro que ya sabéis que me entrevistaron en Ribera Televisió este pasado lunes, pues lo he difundido en mis redes sociales con muchísima ilusión. Susana Pérez, durante la entrevista, comentó que de dónde sacaba las ideas para mis publicaciones del blog. Pues de la vida misma... Ayer sin más, iba en el coche furibunda por la visita fallida al centro comercial y pensé: "Esto debo compartirlo pues seguro que no soy la única a la que le pasan estas cosas".

Antes de empezar mi historia, voy a aclarar este punto. Mi cuerpo me gusta, aunque siempre lo amenace con que tiene que ponerse a dieta o debe hacer más ejercicio. Aunque más que una escultura griega parezca el cuerpo de un pretoriano. Pero, en resumidas cuentas, tengo un cuerpo saludable. Dicho esto, comienza mi relato. 

Los Reyes Magos de Oriente, con un gusto exquisito, me trajeron unos trapitos divinos para lucir palmito. El problema es que uno de ellos no daba la talla. (O igual la que no daba la talla era yo pero no voy a auto-flagelarme por ello). Es lícito engordar en Navidad, de hecho es humano y necesario. Tal vez solo retengamos líquidos o, tal vez estemos llenos de ilusión, de risas, de esa mesa compartida con los amigos, con la familia, en la que no tocamos los móviles ni para hacernos un selfie. En el que nos preguntamos una vez más: "¿Por qué no nos reunimos más veces?". Esos momentos que en ocasiones se convierten en únicos e inolvidables porque en las próximas Navidades puede que alguna silla se quede vacía. O puede que se llenen otras, pero nunca será lo mismo. Por eso, nos llenamos de momentos felices. Por eso no engordamos, simplemente nos relajamos y disfrutamos de la vida porque está permitido. Por eso mismo es una pu...ra  desgracia que las Rebajas empiecen después de Reyes.

Llego al centro comercial, miro el ticket de mi trapito y me dirijo hacia esa discoteca en la que no sirven cubatas pero venden ropa. Entro despacito, casi con miedo porque parece que acaba de empezar la Tercera Guerra Mundial y yo he debido ser la única mortal en no enterarme. La gente corre despavorida de un lado a otro, te dan empujones, se pelean por la ropa. Yo, asustada,  me centro en lo que he venido a hacer: localizar mi vestido (con la talla adecuada) y dar el cambiazo. Tanto colorido me está volviendo daltónica. Me acerco a la dependienta para preguntarle y así ahorrarme más vueltas, pero al escuchar el temazo que suena me dan ganas de pedirle un cubata. "Vanessa, céntrate". Le enseño mi trapito y sin mirarme a la cara me informa de que ya no les queda nada. "¿Y ahora qué hago?", pienso en voz alta. Y la dependienta-camarera me informa que cambiarlo por otra cosa porque el dinero solo me lo pueden devolver a la tarjeta con la que se compró. Algo que no es factible pues recordemos, lo pagaron los Reyes Magos del lejano Oriente. Bueno, no es tan mala idea, estamos en rebajas, la ropa es más barata e igual por mi vestido acabo llevándome dos prendas. "Sé positiva, Vanessa", me digo a mí misma.  

Después de cinco vueltas a la tienda-discoteca (parece que esté haciendo la media maratón) llego a la conclusión de que toda la ropa que queda es estrafalaria, muy estrafalaria. Miles de estampados de color ¿fucsia? Me había acostumbrado a ver unicornios de colores pero, ¿una serpiente fucsia? ¿Estamos locos? ¿Alguien ha visto una pitón fucsia? Como diría mi sobrina: "Mamma mia!". Me decido por llevarme unos cuantos vestidos y probar suerte en los vestuarios. ¿Pero qué vestidos? ¡Si son todo XS! ¿Quién lleva puesta la XS? Ya os lo digo yo: nadie. De lo contrario no se quedarían colgadas en la percha y en rebajas. Pero eso los modistos de discoteca no lo saben... Aclaración: Es innecesario poner tres espejos en un probador, ¿vale? Con uno solo ya pillo el concepto de que mis pechotes no entran en ese trozo de tela. Que cuanto más me miro más me acuerdo de la señora esa del anuncio: "Estas lorzas no son mías". Me juro a mí misma, a lo Scarlata O'Hara, que mañana empiezo la dieta. No sé qué dieta, pero alguna funcionará. Desanimada devuelvo la ropa a su sitio, eso sí, soy muy apañada y empatizo con las pobres dependientas que deben sobrevivir a las Navidades y empalmar con las Rebajas. Doy un último vistazo a la tienda y afligida tomo la mejor decisión: "Mañana será otro día".

Sí, hoy me toca volver a la tienda. No he empezado la dieta, lo aclaro por si os asaltan las dudas. He pensado que siempre tendrán una bufanda, una colonia o algo de mi talla. Porque, por si no lo sabíais, quedan exactamente 45 días para que Marina Civera diga eso de: "Valencians, ja estem en falles!". Y a mí los churros con chocolate ¡me encantan!



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