LA LISTA DE DESEOS (secuela de EL AMOR ES UNA...)
LA
LISTA DE DESEOS
(Secuela
de EL AMOR ES UNA...)
Aunque
creo que ya muchos me conocéis, me presentaré: soy Laura. Mis
amigas y yo sufrimos una larga temporada por amor y por eso formamos
un club denominado «El amor es una...», ya os podéis imaginar la
de calificativos con los que terminábamos la frase. Sí, para mí el
amor era una auténtica mierda. Solía pensar así pues no tenía
mucho éxito en esos temas, hasta que Héctor por fin se dio cuenta
que me quería y que juntos podíamos ser muy felices. Ahora pienso
que el amor es maravilloso, auténtico, único, genial, loco,
apasionante, etc. Y podría seguir así indefinidamente; pero no soy
la única que he cambiado de parecer... ¿Os acordáis de mis amigas?
Esta noche tenemos cena de chicas. Solo hemos tardado tres meses en
poner fecha para que todas pudiéramos coincidir y aún nos queda la
parte más importante...
«Qué
os vais a poner? (Emoticono sonrisa forzada)».
Es
Coral la primera en preguntar. Y ahí es cuando se abre el debate de
si vestido, pantalón, zapatos de tacón o bailarinas para ir más
cómodas. ¡Ah! Y la pregunta clave, que hace Helena:
«¿Qué
os vais a hacer en el pelo? Porque dan lluvias y si me lo plancho
acabaré pareciendo el león de la Metro Wolden Mayer. (Emoticono
lacrimógeno)».
Hemos
quedado a tomar una copa antes de la cena, según Ana Mae, para
ponernos a tono. Y para no perder la costumbre, Arantxa llega media
hora tarde.
—Perdón,
perdón, perdón —se disculpa sofocada— es que Eloy no se dormía
y si salía de casa y él se daba cuenta, se hubiera puesto a llorar
como endemoniado. Tiene «mamitis aguda».
Arantxa
es madre primeriza y esta noche, por primera vez, se ha atrevido a
salir de fiesta después del nacimiento de Eloy y el cargo de
conciencia es tal, que menuda noche nos espera...
—¿No
serás tú la que tiene complejo de madre superprotectora? —dice
Coral—. Por Dios, Arantxa, que lo has dejado con su padre, no con
un asesino en serie.
Arantxa
hace un puchero y busca asiento pero no le dejamos que se acomode
porque tenemos la reserva en cinco minutos y ya llegamos tarde al
restaurante. De camino unas gotazas de tormenta nos sorprenden.
¡Estupendo! Y nosotras sin paraguas y mira que Helena ya nos lo
advirtió. Echamos a correr para no acabar empapadas, con tal mala
suerte que Ana Mae tropieza y se le rompe un tacón.
—¡Mierdaaaaaa!
Digamos
que nuestra noche fantástica de chicas, no promete demasiado.
Entramos al restaurante echas un auténtico adefesio, con una Ana Mae
coja y malhumorada.
—Yo
así no puedo ir a ninguna parte —dice frustrada— tendré que
coger un taxi nada más cenar.
—De
eso nada, guapa —declaro yo— tú te emborrachas con nosotras.
—¿Quieres
que vaya descalza toda la noche?
—¡Tengo
la solución perfecta! —afirma Coral.
Y
no sé exactamente si es culpa del vino o culpa de las neuronas que a
causa de la edad se nos están fundiendo, pero acabamos las cinco en
el baño, con un cuchillo jamonero, rompiendo el tacón del otro
zapato de Ana Mae.
Después
de la cena acabamos en un pub; afortunadamente ya no llueve y no
tenemos que volver a remojarnos. Pedimos una primera ronda de
mojitos. Como están cerca las fechas navideñas, el pub está
atestado de grupos de cena de empresa. Y ya se sabe que en estas
ocasiones se dicen y hacen muchas burradas pues todo el mundo está
ebrio. De camino a la barra recibo todo tipo de proposiciones
indecentes. Es curioso porque cuando estábamos solteras no ligábamos
tanto como ahora. ¿Por qué? ¿Acaso llevamos un cartel colgado que
diga «estas
tías están pilladas» y eso le da más morbo a los hombres?
—A
Dios pongo por testigo que como no guardes ese móvil de una puñetera
vez, lo meto dentro del mojito —le amenaza Ana Mae a Arantxa.
Y
tiene toda la razón. En toda la noche ha estado más pendiente de su
hijo y su marido que de nosotras que estamos aquí presentes.
—Perdón.
Os prometo que a partir de este momento soy toda vuestra.
Y
para demostrarlo, guarda el móvil en su bolso. Suena «La bicicleta»
¡qué temazo! (debe sonar irónico) y las cinco nos levantamos como
un resorte y nos ponemos a bailar. Después, una segunda ronda de
mojitos. Sin saber cómo ni por qué, Helena se pone a llorar y se
vuelve contagioso. De nuevo las cinco nos encerramos en el baño pues
no queremos dar el espectáculo.
—¿Qué
os pasa? —pregunto preocupada.
—Que
Valentín y yo lo hemos intentado por todos los medios pero no me
quedo embarazada —nos cuenta Helena—. No os lo quería contar por
no aburriros con mis problemas pero... ya no puedo más.
Helena
vuelve a llorar y Ana Mae, por solidaridad, llora con ella.
—Pues
yo tengo que cerrar la tienda. Con lo que me costó abrirla... pero
esta puñetera crisis ha podido conmigo.
Eso
y su afición al IKEA pienso yo, pero no es bueno decírselo. Ana Mae
y Sergio se compraron un adosado esperando vender sus respectivos
pisos pero... de momento solo uno de ellos han conseguido alquilarlo.
La verdad es que es una grandísima... faena.
—Pues
ya que estamos en el momento de las confesiones —llora Coral— van
a vender a Silka y a Kaliv. Me siento impotente porque hasta el
momento no he podido hacer nada para evitarlo.
—Perdón
—la interrumpe Arantxa— ¿de quién estás hablando?
—¡Mis
delfines!
Por
lo visto las arcas del Oceanogràfic
también se han resentido con la crisis y a los delfines de Coral les
espera una nueva vida en un acuario de Estados Unidos.
—¿Y
si nos pedimos otra ronda? —propongo—. Porque me prometisteis una
noche divertidísima y esto parece «La casa de Bernarda Alba».
—Laura
tiene razón, ¿qué os pasa chicas? Nunca os habéis dejado vencer
por las adversidades. ¿Y lo vais a hacer ahora? Hagamos una cosa.
Todas
miran a Arantxa con cara de circunstancias; de haber sido del todo
imposible porque le está dando pecho a Eloy y por eso no bebe,
hubiéramos jurado que estaba borracha.
—Vamos
a escribir nuestros deseos por Navidad.
Y al año que viene, cuando nos volvamos a reunir, leeremos nuestros
deseos en voz alta y brindaremos porque estoy convencida de que se
habrán cumplido ¿Qué os parece?
—Una
gilipollez —proclama Ana Mae.
—¿Esnifas
Colacao?
—pregunta Helena irónica.
—A
mí me parece buena idea —digo por solidaridad con Arantxa.
—Estoy
muy borracha para oponerme; haced de mí lo que queráis.
Arantxa
le pide papel y boli a uno de los camareros. Cada una escribimos
nuestro deseo en un papel y luego lo metemos dentro de una botella de
Cola-cola que previamente hemos limpiado y secado bajo el secamanos
para evitar que nuestros deseos acaben diluidos.
—Y
ahora brindemos por nuestros deseos; para que todos se cumplan. ¡Por
nosotras!
Las
chicas me siguen en el brindis. Ahora solo queda esperar a que
nuestros sueños se hagan realidad.
-UN
AÑO DESPUÉS-
He
quedado con las chicas a las nueve para tomarnos una copa antes de la
cena. ¡Vale! Llego un poco tarde, lo sé, pero antes tengo que pasar
por casa de mi abuela a recoger la botella de Coca-cola; ella es la
guardiana y custodia de nuestros deseos.
—Aquí
la tienes, hija. Tal cual me la dejaste.
—Gracias,
abuela. ¿Dónde vas que te has puesto tan guapa?
—Contigo.
—¿Cómo
que conmigo?
—¿Acaso
crees que me voy a perder este gran momento? Tengo una enorme
curiosidad por saber si vuestros deseos se han cumplido. Bueno, y
también por saber qué habíais pedido.
Me
río. Mi abuela no cambiará nunca; es fantástica. ¿Os había dicho
que ella también pertenece a nuestro club?
—No
me lo puedo creer —me dice Arantxa— has llegado más tarde que
yo.
Señalo
a la culpable de mi retraso. Todas se alegran mucho de ver a mi
abuela. Según Coral, es su ídolo.
—¿Lo
has traído? —pregunta Helena ansiosa.
—Sí.
Saco
la botella de Coca-cola de mi bolso y todas aplauden.
—¿Tenéis
idea de cómo vamos a sacar los papelitos de ahí? —pregunta una
Ana Mae un tanto despistada.
—¡Pues
rompiendo la botella! —le contesta mi abuela.
—Pero...
—intervengo yo— eso será después de la cena.
Después
de someterlo a votación, decidimos ir a Rico
Mambo
en donde esta noche mi novio y mi cuñadita tienen una exhibición de
baile. De camino a la discoteca, nos detenemos en una calle más o
menos solitaria para romper la botella. Ana Mae agarra la botella por
la embocadura y la golpea con temor contra el bordillo de la acera.
—No
se rompe —dice con fastidio.
—No
me extraña —protesta Coral— si todo lo coges así...
Va
un poco contentilla por efectos del Lambrusco y ya no sabe ni lo que
dice.
—¡Anda,
trae!
Coral
le quita la botella a Ana Mae dispuesta a estamparla con todas sus
fuerzas. Pero se detiene cuando Arantxa empieza a gritar como una
loca:
—¡Agua,
agua!
Un
coche de policía pasa por nuestro lado. Sonreímos como niñas
inocentes de patio de colegio. Los policías nos observan y tras un
cordial saludo, siguen su camino. Un ruido de cristales nos informa
de que la loca de Coral ya ha destrozado la botella.
—¡Mierda!
Me he cortado.
Arantxa,
que lleva un bolso de supermadre, saca el equipo de emergencia y le
hace las primeras curas; no ha sido más que un pequeño corte
superficial. Yo, mientras tanto, recojo los papelitos del suelo antes
de que acaben por volarse.
—Hay
seis papelitos —digo sorprendida.
—Me
declaro culpable —sonríe mi abuela— ¿qué pasa? Yo también
quería participar.
Llegamos
a Rico
Mambo
minutos antes de la exhibición. Voy a buscar a Héctor para desearle
mucha suerte.
—¿Bailas
conmigo? —le propongo al moreno más guapo de toda la pista.
Él
sonríe y me da un beso.
—Me
lo tengo que pensar, mi prometida está a punto de llegar y es muy,
pero que muy celosa.
—¡Idiota!
Me
lleva hasta la pista y bailamos una bachata de lo más sensual. Nunca
me canso de decirle lo mucho que lo quiero. Y estoy superfeliz porque
dentro de cinco meses seré su esposa. ¡Ups! Creo que me he
adelantado a mi deseo.
—¿Ya
habéis hecho la tontería esa de los deseos?
—Después
de que tú bailes y... no es una tontería.
—¡No,
qué va!
Le
saco la lengua como haría el emoticono del whatsApp y después le
doy un beso, en el momento en el que anuncian la próxima actuación.
—Me
voy a buscar a las chicas; luego te busco.
Después
de disfrutar de la actuación de Héctor y Sabrina, nos sentamos en
uno de los reservados para finalmente, dar lectura de nuestros
deseos... cumplidos o no.
—¿Quién
empieza? —pregunta Arantxa ansiosa.
—Yo
seré la mano inocente.
—Abuelita,
tú de inocente tienes poco.
Todas
nos reímos y aunque ella se finge ofendida, sabe que estoy en lo
cierto.
—No
pone nombre...
—¿Había
que ponerlo? —pregunta Coral.
—Bueno,
está claro que este deseo solo podía ser tuyo —le dice mi
abuela—. ¡Deseo cumplido! Ahora soy bisabuela de unos delfines.
Todas
nos reímos, es una historia muy bonita y divertida.
-EL
DESEO DE CORAL-
Coral
llevaba más de seis años adiestrando a Silka y Kaliv; no podía
permitir que los vendieran. Lo intentó todo pero sus esfuerzos
fueron inútiles pues los delfines iban a ser vendidos a un acuario
de Estados Unidos y ella no iba a poder impedirlo. Hasta que a mi
hermano se le ocurrió adoptarlos. Era una idea descabellada, en
principio. Pero después de una campaña en la que todos nos vimos
envueltos, Coral y Víctor montaron la asociación «Adopta un
delfín» y por medio de las donaciones, consiguieron efectivamente,
adoptar a Silka y Kaliv. Y así es como he pasado a ser la tía de un
par de delfines. Como ya os dije, la historia es cuanto menos
graciosa.
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—Bueno,
ahora seré yo la mano inocente —dice Arantxa tomando un papelito—.
Y la afortunada... ¡tachán, tachán! Ha sido la abuela.
—Salomé,
por favor. Prefiero que me llaméis Salomé pues no soy tan vieja.
-EL
DESEO DE SALOMÉ-
Mi
abuela y Ezequiel estaban entusiasmados con sus clases de baile.
Tanto es así, que se apuntaron a un concurso de bailes de salón. Mi
abuela es la reina del tango. Y bueno Ezequiel, está claro, teniendo
unos nietos bailarines... Héctor y Sabrina el año pasado fueron
campeones de salsa en España. Mi abuela quería ponerse un vestido
de lentejuelas y deslumbrar en las pistas de baile. Se entrenaron muy
a fondo y aunque no consiguieron proclamarse ganadores, llegaron
hasta la final quedando en cuarto lugar.
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—La
abuela se nos va de marcha –bromea Coral.
—Calla
niña u os saco a ti y a los delfines de mi testamento.
—Seguimos,
¿vale? Porque quiero acabar con esto antes de que llegue Valentín.
Helena
saca un papel y casualidades de la vida: es el suyo.
—Bueno,
pues ya lo puedo decir. Chicas, si esta noche no he bebido vino...
—Es
porque eres una sosa —brama Coral.
—No,
más bien porque estoy embarazada.
Todas
saltamos de alegría y hasta volcamos una copa con la emoción. Luego
ninguna se hace responsable del incidente pero estoy segura que ha
sido Arantxa.
-EL
DESEO DE HELENA-
Helena
y Valentín lo habían intentado todo pero ella no se quedaba
embarazada. No parecía existir ningún problema en base que lo
impidiera; su ginecóloga determinó que era estrés. Finalmente
optaron por someterse a un programa de reproducción asistida. Le
pidió una excedencia a mi padre pero aun así parece ser que ese
hijo no venía. Helena lo estaba pasando muy mal porque tanto meterle
hormonas la estaban volviendo loca. El siguiente paso era la
fecundación invitro y parece ser que esta vez sí: ella y Valentín
van a ser padres. Helena está ya de dos meses pero no quería decir
nada hasta que fuera seguro pues ya había sufrido demasiado las
veces anteriores.
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—Esto
se merece un brindis —proclama Ana Mae.
Y
enseguida nos traen una botella de cava para celebrar.
—Ya
solo quedan tres —digo a la vez que tomo un papelito—. Y le toca
el turno a Arantxa.
Todas
nos sorprendemos con su deseo; ninguna se lo esperaba.
—¡Caray!
Ahora ya puedo decir que tengo una amiga escritora.
—Bueno...
no es para tanto; solo es una colección de cuentos infantiles.
-EL
DESEO DE ARANTXA-
Arantxa
se pidió una excedencia de dos años tras el nacimiento de Eloy; es
la suerte de ser funcionaria (aunque a ella no le gusta que digamos
eso pero es la realidad, soy autónoma, sé de lo que hablo). Su
excesiva protección para con su hijo la llevó a cometer los típicos
errores de madre primeriza hasta que se dio cuenta que debía
centrarse en otra cosa y relajarse; así no podía vivir. Y bueno, de
este modo cumplió uno de sus sueños en el que llevaba mucho tiempo
pensando pero que jamás se había atrevido a hacer real. A Arantxa
siempre le ha encantado inventarse historias para sus alumnos y es
muy buena dibujando. Así es como ideó el primer boceto de un cuento
infantil. Dani, su marido, la animó a que lo enviara a una editorial
aunque debo decir que Arantxa lo hizo sin muchas expectativas. Pero
mira por dónde, les gustó la idea y le ofrecieron un contrato para
una colección de cuentos infantiles.
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—Cuando
te animes a escribir novela erótica, seré tu más fiel lectora
—dice mi abuela— es que ya estoy mayor para cuentos de hadas.
Casi
me atraganto al escucharla. ¡Está chalada! Pero si ya ni se ve con
las gafas...
—Tú
has visto a Grey —grita Ana Mae consiguiendo que todo el mundo se
gire.
—Sí;
las dos partes.
—¡La
leche! —exclama Arantxa ruborizada.
—Ya
solo quedáis dos... —dice Coral tomando un papelito— ¿quién
será la afortunada? ¡Sí! Y... «The winner is...» la empresaria
del año.
Obviamente
se refiere a Ana Mae; yo sigo siendo una fotógrafa pringada y para
más «INRI» autónoma.
-EL
DESEO DE ANA MAE-
Por
más números que hacía, Ana Mae la única solución que le
encontraba a su problema era cerrar la tienda. Fue muy duro para
ella, pues en parte le tocaba reconocer que había fracasado. Para
combatir la ansiedad (ya que su estado económico no le permitía
otra visita al IKEA), se dedicó a la pequeña bisutería. Ana Mae
tenía muy buena mano para esas cosas y sus diseños eran una pasada.
Un día se me ocurrió proponerle que los vendiera. Al principio le
pareció una locura, acabar en los mercadillos medievales no era su
visión de futuro. Pero Sergio que es experto en ordenadores, le
abrió una web de venta online y en cosa de dos meses tenía más
encargos de los que le daba tiempo a cubrir. Malú, que es adicta al
Youtube
un
día se le ocurrió grabar un vídeo elaborando una pulsera y al
subirlo al canal recibió tantas visitas que Ana Mae junto a su hija,
acabaron haciéndose youtubers
de
la forma más tonta. Es increíble pero les va superbien. Jamás en
la vida pensé que un canal de estos fuera tan rentable. Y así es
como el Ave Fénix (o lo que es lo mismo: Ana Mae) resurgió de sus
cenizas.
************************
—Y
ya por descartes de toca a ti, Laura.
Antes
de que Ana Mae lea lo que puse en el papelito, les enseño mi dedo
anular. Todas gritan. Lo que no entiendo es cómo no se han dado
cuenta antes.
—¡Te
vas a casar!
—Eso
creo...
Momento
en el cuál, decide aparecer el novio con otra botella de cava.
—Bueno,
veo que ya se lo has dicho —dice Héctor.
—Yo
ya lo sabía —replica mi abuela— disimulas muy mal, Laurita.
—Tampoco
es que fuera un secreto... pero quería decirlo cuando leyéramos
nuestros deseos.
—Brindamos,
¿no? —propone Héctor.
Las
chicas nos felicitan y sí, brindamos por nuestra boda. Todavía no
me lo puedo creer...
-EL
DESEO DE LAURA-
Después
de tantísimas bodas a las que he asistido en mi vida, para
qué
negarlo, yo también quería casarme. Pero Héctor después de varios
años de noviazgo y de estar viviendo juntos casi el mismo tiempo,
jamás hacía referencia al matrimonio. Yo pensaba que él no creía
en esas cosas. Pero me equivoqué. Y cuando menos lo esperaba
sucedió. Para nuestro aniversario, que fue en verano, no pudimos
irnos de viajes porque Héctor participa en muchos congresos de baile
y su agenda no tenía hueco para nosotros. Así que retrasamos tanto
el viaje que llegado el momento pensé que jamás nos iríamos. Pero
sí, hace dos semanas que estuvimos en Roma. Ya sabéis, al revés
significa AMOR. Y ahí, a los pies de la Fontana di Trevi, justo
antes de que yo lanzara mi moneda, me lo pidió.
—Llevo
un billete de diez. Héctor, ¿tienes suelto?
Sacó
el anillo de su cartera y me lo entregó. A punto estuve de tirarlo a
la Fontana. Menos mal que Héctor me detuvo.
—¡Espera,
loca!
—¿Y
eso? —pregunté observando el anillo.
—¿Tú
qué crees?
Me
daba miedo decirlo... Porque... ¿y si realmente no quería casarse
conmigo y era simplemente un regalo?
—¿Nos
casamos? Te prometo que esta va a ser la única boda en la que no
tengas que estar trabajando.
—¡¡¡¡Sí!!!!
Y
así es como Héctor y yo nos comprometimos de la forma más cursi,
romanticona y clásica que existe. Pero para mí fue, mejor dicho, es
inolvidable.
************************
—Chicas,
creo que debéis reconocer que la idea de los deseos fue fantástica;
—afirma Arantxa— aunque está mal que yo lo diga.
—Propongo
un brindis por todos los deseos cumplidos —dice Ana Mae alzando la
copa.
Chocamos
nuestras copas y después bebemos apurando su contenido.
—¿Repetimos?
—propone Coral.
—¿El
brindis? —pregunto despistada.
—No,
me refiero a los deseos.
Y
así es como yo y las chicas dejamos constancia por escrito de
nuestros nuevos deseos. ¿Esta vez se cumplirán? ¡Yo creo que sí!
Solo nos queda esperar un año para saberlo.
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